Crónica de un viaje perfecto por Cuatro Ciénegas.

Por Armando de la Garza

Recientemente tuve el honor de emprender un viaje que sin duda quedará grabado en miq memoria como una de las experiencias más enriquecedoras y maravillosas que he vivido en México. Acompañado por José Carlos de Santiago, presidente de Grupo Excelencias en España, partimos desde Monterrey con un objetivo claro: descubrir, aprender y disfrutar de la magia que encierra el pequeño pero espectacular pueblo Mágico de Cuatro Ciénegas, en Coahuila.
La expectativa era alta, pero la realidad superó todo lo que imaginábamos, entregándonos una travesía llena de historia, naturaleza, cultura y compromiso social.

Nuestra aventura comenzó en el Complejo Tierra María, un espacio que combina elegancia, naturaleza y propósito social. Ubicado a solo unas horas de Monterrey, este complejo pertenece al grupo Eco, que con gran visión ha creado un lugar que no solo invita a relajarse y celebrar eventos de alta calidad, sino que también funciona como un motor de cambio social.

(Foto de archivo)
Todas las ganancias generadas por Tierra María y otras propiedades turísticas del grupo se destinan al programa 2040, cuyo objetivo es garantizar que todos los niños de la región tengan acceso a una educación de calidad, desde primaria hasta la universidad. Este compromiso solidario, que busca transformar vidas a través de la educación, nos dejó impresionados y motivados a apoyar una causa tan noble y necesaria en nuestro país.


Desde allí, nos dirigimos hacia las Bodegas Ferriño, uno de los viñedos más antiguos de México y, sin duda, uno de los más reconocidos en Coahuila por la calidad de sus vinos.

La historia de este lugar se remonta a varias generaciones, y su producción estrella , el Sangre de Cristo, ha conquistado paladares nacionales e internacionales.


Angel Ferriño, propietario del viñedo, y la enóloga Isela Flores, nos recibieron con entusiasmo y pasión por su trabajo.


Nos explicaron con detalles el meticuloso proceso de elaboración, donde cada paso es cuidadosamente supervisado para mantener la calidad y la tradición. Nos compartieron historias de su historia, de las dificultades y logros a lo largo de los años, y nos enseñaron que detrás de cada botella hay un compromiso profundo con la tierra y la cultura local.


Luego, nos dirigimos al corazón de la cultura y la historia de Cuatro Ciénegas: el Restaurante El Sonora, ubicado en la plaza principal del pueblo. Este lugar emblemático tiene un nombre que evoca un pasado lleno de historia, inspirado en el avión El Sonora, tripulado por el General Gustavo Adolfo Salinas Camiña durante la Primera Guerra Mundial.


Este avión fue considerado el primero en realizar un bombardeo aeronaval, un hecho que marca un capítulo importante en la historia militar y aérea de México.


En El Sonora, nos atendieron Virgilio García y Olga Cano, quienes nos brindaron una experiencia gastronómica excepcional.


La comida, llena de sabores tradicionales con un toque contemporáneo, nos hizo sentir en casa y nos transportó en el tiempo a esa historia de valentía y aventura. La calidez y la pasión de nuestros anfitriones hicieron que la comida fuera aún más memorable.


Por la tarde, visitamos el Laboratorio Museo Génesis, un espacio dedicado a la historia natural y la biodiversidad del Valle de Cuatro Ciénegas. Ahí nos recibió el director, Enrique Ferriño, y nos explicó con entusiasmo cómo este valle es un verdadero tesoro de la naturaleza, un escenario donde la vida se ha desarrollado durante millones de años en condiciones únicas.


La sala interactiva, equipada con microscopios y pantallas digitales, permite a los visitantes comprender cómo se originó y evolucionó la vida en este lugar. La historia del valle, que parece detenido en el tiempo, nos revela un ecosistema frágil y espectacular, donde la evolución se ha ralentizado y se ha convertido en una especie de “laboratorio natural”.

La importancia de preservar este patrimonio natural es innegable, y el museo nos dejó una profunda reflexión sobre la necesidad de cuidar nuestro medio ambiente.


Esa misma tarde , nos alojamos en el Hotel Hacienda 1800, un refugio que combina historia y confort en cada rincón. La ambientación colonial, los detalles en la decoración y la atención dedicada del personal hicieron de nuestra estancia una experiencia de lujo y calidez.


La gastronomía del hotel, con una propuesta culinaria de primer nivel, nos sorprendió con sabores auténticos y presentaciones impecables. La pasión por ofrecer un servicio excepcional se notaba en el rincón de este magnífico hotel.


Por la tarde , nuestro guía, Humberto Huerta Hernández, nos acompañó en una serie de excursiones que nos dejaron maravillados. Su conocimiento profundo y su narrativa cautivadora nos transportaron a otros tiempos y lugares.


La primera parada fue en la Mina de Mármol, ubicada en el Valle. En ese entorno de formaciones rocosas únicas, nos encontramos con figuras sorprendentes, como un dinosaurio y un mamut tallados en piedra, que parecen sacados de una película de ciencia ficción.

Las formaciones, en un escenario natural privilegiado, son perfectas para capturar fotografías de ensueño para Instagram y otros medios sociales.

La belleza del lugar es simplemente impresionante, un escenario que invita a la contemplación y a la creatividad, este espacio de la naturaleza es aprovechado para bodas espectaculares.

Luego, caminamos hacia las Dunas de Yeso, también conocidas como los arenales de Cuatro Ciénegas, donde el atardecer nos regaló una vista espectacular.


El cielo se tiñó de tonos dorados, rosados y anaranjados, en una escena que parecía sacada de un cuadro.
Sentados en la arena, disfrutamos de un refrigerio y una botella de vino brindada por los amigos del Hotel Hacienda 1800, en un momento que quedó grabado en nuestra memoria como un cierre perfecto para un día lleno de emociones y descubrimientos.


Ahí nos recibío un descendiente de la cultura nativa apache quien nos narro como fueron expulsados una historia impresionante y llena de dolor.

Por la noche, nos dirigimos a cenar en la Cantina Restaurante El 40, en el centro histórico del pueblo. La atmósfera acogedora, la música en vivo y la comida tradicional nos envolvieron en una experiencia auténtica y deliciosa. Fue el cierre ideal para un día agotador, pero lleno de gratitud y asombro.


Al día siguiente, antes de partir, disfrutamos de un desayuno en el restaurante del hotel, donde los sabores y la atención volvieron a sorprendernos.

Con el corazón lleno de gratitud, nos despedimos de Cuatro Ciénegas, prometiendo regresar pronto para seguir explorando sus maravillas. La belleza natural, la historia, la cultura y la calidez de su gente hacen de este lugar un destino que todos deberían visitar al menos una vez en la vida.


Queremos agradecer sinceramente a Yolanda Cantú Ex alcalde de Cuatro Ciénegas y a Cristina Amezcua, Secretaria de Turismo de Coahuila, por su apoyo y hospitalidad en toda nuestra travesía. Sin su ayuda, esta experiencia no habría sido posible.

Este viaje a Cuatro Ciénegas fue mucho más que una simple excursión; fue una profunda conexión con la naturaleza, un descubrimiento de historias que trascienden generaciones y un recordatorio de la importancia de cuidar y valorar nuestro patrimonio natural y cultural. Nos llevamos no solo recuerdos, sino también una inspiración para seguir promoviendo el turismo responsable y sustentable en México.

¡Hasta la próxima, Cuatro Ciénegas! Nos quedamos con la esperanza de volver pronto, con más tiempo para explorar todos sus secretos y seguir enamorándonos de su magia.

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