El Turismo Funerario: ¿Una Nueva Tendencia o un Absurdo?

Por Armando de la Garza

En un mundo donde el turismo busca constantemente nuevas experiencias, el concepto de “turismo funerario” ha comenzado a ganar terreno, generando tanto interés como controversia. Recientemente, España ha acogido el IX Concurso de Cementerios, un evento que invita a explorar la historia y la arquitectura de estos espacios. Sin embargo, esta tendencia plantea una pregunta fundamental: ¿es realmente apropiado considerar esta actividad como una forma legítima de turismo?

Los cementerios han sido, tradicionalmente, lugares de homenaje y reflexión, pero en muchos casos, también se han convertido en destinos turísticos. Ejemplos como el Cementerio de la Recoleta en Buenos Aires, donde descansan personajes inolvidables como Eva Perón, o la tumba de José Alfredo Jiménez en Dolores Hidalgo, Guanajuato, son claramente parte de la narrativa cultural e histórica de sus respectivas regiones. La Ciudad de México, por su parte, alberga la tumba del icónico Pedro Infante, atrayendo a visitantes que buscan rendir tributo a estas figuras emblemáticas.

Sin embargo, clasificar estas visitas como “turismo funerario” puede resultar un tanto absurdo. Aunque es innegable que los cementerios ofrecen un acceso a la historia y la cultura, el término puede trivializar la solemnidad de estos lugares. En lugar de verlos simplemente como destinos turísticos, deberíamos considerarlos como espacios de memoria y respeto.

Desde una perspectiva cultural, los cementerios son museos al aire libre, donde las esculturas, mausoleos y lápidas cuentan historias de vidas pasadas y reflejan las creencias de su tiempo. Esta forma de turismo se puede incorporar de manera más adecuada en la categoría de turismo cultural o histórico, donde el enfoque está en la educación y el entendimiento de nuestro legado colectivo.

El auge del turismo funerario podría interpretarse como un intento de innovar en un sector estancado, pero es esencial que quienes promueven esta modalidad lo hagan con sensibilidad. La muerte es un tema delicado, y comercializarla puede ser visto como una falta de respeto hacia aquellos que han perdido a sus seres queridos.

En conclusión, aunque la visita a cementerios puede ofrecer experiencias culturales enriquecedoras, es crucial reflexionar sobre la terminología que utilizamos. En lugar de “turismo funerario”, quizás deberíamos hablar de “turismo cultural en cementerios”, enfatizando la importancia de la historia y el legado de aquellos que han dejado una huella en nuestra sociedad. Explorar estos espacios debe hacerse con el respeto que merecen, no solo por los que descansan en ellos, sino también por quienes continúan buscando significado en su memoria.

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