Por Armando de la Garza
En un contexto donde el turismo religioso suele confundirse con el turismo patrimonial, es importante distinguir claramente ambas prácticas. Visitar iglesias, catedrales o sitios históricos con valor religioso no necesariamente implica un acto de fe; muchas veces, se trata de una experiencia cultural y patrimonial.
Armando de la Garza, Comendador en México de la Orden del Camino de Santiago, enfatiza que “el turismo patrimonial se centra en la conservación y apreciación del patrimonio cultural y arquitectónico, sin que ello implique una intención devocional”. Para De la Garza, la diferencia radica en la motivación del visitante: en el turismo patrimonial, la visita se realiza por interés en la historia, la arquitectura o la cultura, no por motivos religiosos o de fe.

Este punto de vista cobra relevancia en un momento en que muchas iglesias y sitios históricos enfrentan desafíos para distinguir sus funciones culturales de las religiosas, especialmente en un mundo cada vez más globalizado y diverso en creencias.
“Es importante reconocer que visitar una iglesia, una catedral o un monasterio puede ser una experiencia enriquecedora desde el punto de vista patrimonial, sin que ello implique una práctica religiosa”, señala De la Garza. Agrega que promover el turismo patrimonial ayuda a valorar y preservar el patrimonio cultural sin que ello sea interpretado como una manifestación de fe.

En México, numerosos sitios históricos, como la Catedral Metropolitana o las iglesias coloniales, atraen a visitantes que desean conocer su historia y arquitectura, más allá de cualquier connotación religiosa. La distinción es fundamental para entender el valor cultural de estos lugares y evitar malentendidos que puedan limitar su apreciación.
De la Garza concluye que, en la promoción del turismo, es clave educar a los visitantes sobre la diferencia entre turismo patrimonial y religioso, para que puedan disfrutar de los sitios con respeto y conocimiento, sin confundir sus motivaciones.